Un hombre al sur llora y canta....
El ritmo antológico de los pasos
Sollozan sobre mí enfurecidos
Transitando discontinuos por Florida y Lavalle
En discordia con todo lo sagrado,
Con la calma del piano de mi melancolía,
Que me arroja al mundo,
Invisible, anónima, autómata,
Simulando tranquilidad,
Fingiendo levedad,
Mientras las miradas no interrogan,
No se detienen los espejos,
La calle se ausenta ante mi presencia.
Y el violín me expulsa a mi violencia,
Y me presenció, lo increpó, lo pregonó,
Abandonar la muerte con la muerte misma
De mis fonemas y mis ruidos,
Se apagan al nacer en un solo grito,
Cesan los tiempos objetivos,
Descansan en la intensidad de mis plegarias,
En esa histeria de lo que paralizado estaba,
En esa hostilidad frenética de los incomensurables.
Tautológicamente los recuerdos emergen,
Mientras me observan desafiantes
Los que por mi lado pasan,
Vuelve la calma.
Sobrevivo a la partitura fluctuante
En deuda con mis divagaciones
Interpelo la necesidad imperante de sentirme viva,
Lo escucho en mi latido acompasado,
En mi sonrisa delatante,
En mi presencia renovada,
Estoy lista nuevamente a aventurarme,
A jugarme la vida entre las solas calles,
De esta Buenos Aires desconsolada.
Kelly Peña