sexta-feira, 8 de agosto de 2008

Reflexiones de media noche


Hoy cuando me he aventurado a jugármelo todo por un nuevo alba con tu voz despertándome, el silencio me otorgó una razón para dejar hasta ahí una historia que nunca existió. Me sumé a mis desesperanzas y cultivé sobre ellas semillas que nacieron muertas a consecuencia de una tierra infértil, me dejé llevar por las peticiones del corazón, por los impulsos mediáticos; cuando se cuece el corazón cada vez que veo a un ser diminuto pidiendo monedas. Qué parecidos somos esos chicos que lo hacen y yo, ellos mendigan dinero para poder comer, yo mendigo amor. Algunas veces sale bien decir basta y cambiar ese mundo de injusticias, ese mundo donde olvidamos el transfondo de la palabra amar. Nos regocijamos en nuestra manera de amar, escogemos un hombre que cumpla con los requísitos y nos casamos. Diría Cortázar, la escogen los he visto, como si se pudiera escoger el amor. Yo no escogí estar aqui escribiendo lo que mi corazón me dicta, a veces me habla muy rápido y no puedo proyectar las palabras en grafemas de dolor. Sí se me salen las lágrimas escribiendo esto no es porque desee tu abrazo, sino porque llegamos al final del cruce de caminos y elegimos cada uno andar por el nuevo que se aproxima, nos despedimos. Tu ya lo venías decidiendo, yo lo decidí hoy con el pleno derecho que tengo a ser feliz.

Dejamos de lado muchas veces las cosas relevantes, las que apremian fuerza y convicción, por tornarnos un día más en la cercanía de lo indebido. Aquí es importante reconocerse, mirarse para adentro, urgar las entrañas de nuestro pensamientos más vicerales y convertirlos en material para el cambio de esta realidad poco humana. Dice Silvio, la angustía es el precio de ser uno mismo. No se trata de volver a comenzar, se trata de actuar, amar, hacer felices a los demás, construir nuevas sendas, que por ahí nos vamos haciendo felices nosotros.