sexta-feira, 26 de dezembro de 2008

Madre Tierra

Para danzar en alabanza
mis dedos pequeñísimos, mestizos,
se sumergen y bailan aferrados,
Oh, Madre tierra,
te embarazo toda de mis ambiciones miles
en cualquier paraje del espacio,
habito en tus arenas y tus suelos,
en tu forma de agua y bautizamos mar
o tal vez río, laguna, montaña.
Te ofrezco mi fuerza, mi trayecto,
me regocijo en tu calor de vientre,
comes de la lluvia y bebes de mi sangre.
Ahí, en tu preñar me encuentro denodada
y enfrento el filo tenebroso de la noche,
de los pasos que no escucho y me siguen
estoy hablando del infinito odio de los hombres,
de los que no entienden el tiempo de los otros
reflejado en la congoja de diminutos estómagos,
cuerpos desgastados de gazuza,
doloridos.
Te aprendo,
en ese complemento de dedos y tierra,
nos exigimos mutuamente,
en la pericia que la noche depara
la historia sale y se pase seducida
ahí donde descienden de los barcos,
aquí donde los gallos cartografean la noche.